Cuando llegué a conocer la pintura de Teresa Muñiz, la artista ya había realizado sus más notables tránsitos creativos. Se me presentó como una creadora plástica total, acabada, personal, segura…como si el camino hacia su esencia estuviera, si bien no totalmente cumplido, si muy cerca de tocar su propio sueño. No soy conocedor del mundo del arte y menos aún del territorio que manchan los plásticos; simplemente los observo y me emociona su obra o no. Teresa Muñiz está un paso más allá de esa emoción. Su pegada no se me desvanece de los ojos al apartarlos de sus óleos o acuarelas sino que, muy al contrario, la impresión obtenida se filtra por los millones de registros de la memoria y esos ríos tan propios del espíritu que se precipitan en busca de la felicidad. Leer más ...
(...)De cualquier manea, estarnos ante una obra sugestiva, que sabe combinar la buena estructura compositiva con el buen tratamiento cromático, juegos y transparendas luminosas. Es, sin duda, el lenguaje pictórico el gran protagonista, tanto en los danzantes y fluctuantes gestos de color de dinámicas y calidoscópicas bandas danzantes, como en las más rigurosas y rectangulares confrontaciones geomébicas, todo ello en clave de cierto barroquismo y lírico sentido. Y por otra parte, la propia Teresa Muñiz especula, a veces de manera irónica y otras con mayor apadenda de transcendencia, sobre esas relaciones ambiguas entre abtracción-realidad, en obras además contiguas en el espacio expositivo.
(...)Las obras expuestas en el recinto abovedado de la Morería son dispares en su dcdón por la diferenda de procedimientos, pero tienen coherencia conceptual, al estar inmersas en una pura abstracción, a la que Teresa Muñiz llegó, partiendo del realismo a ulbanza, por caminos evolutivos. En las composidones pictóricas, creadas con grosores matérims, campea el aformalismo, hay en ellas sugerencias de élioos de insedos y su cromatismo tiende a la monocrorría de las grisallas. El arte de Teresa Muñiz culmina en exquisitos dibujos con regustos "mironianos", realizados al pastel. En ellos la pintora hace gala de una sugestivo refinamiento colorista, de una viva fantasía y de una gracia insólita en finísimos grafismos. ENRIQUE ANDRÉS RUIZ (Catálogo de Exposición Torreón de Lozoya, Segovia) (...) En la abstracción de Teresa Muñiz puede ser sorprendido el rastro de un disco solar de Robert Delaunay, de un fragmento del Picabia más musical o de un ritmo de Kupka al que hubiéramos despojado de su filosofaría. Entre ellos, algunas franjas o cruces de franjas aparecen con irisaciones casi fosforescentes, al modo en que Léger evocaba las metálicas bellezas de las máquinas. Todo ellos son pintores de su predilección, esos que Apollinaire llamaba "órficos", de manera que su abstracción guarda una secreta - muy secreta - filiación constructiva que a fin de cuentas remite, más que a la planitud non relational de la abstracción postpictórica norteamericana, al viejo precedente cubista.
(...)En la obra de Teresa Muñiz aparecen sin duda muchas referencias al paisaje, un paisaje agitado como la serie de cuadros de inicios de los años 90 que remiten al agua, al mar, a las calidades de daridad y turbiedad; o un paisaje, como en los últimos trabajos, más pausado y contemplativo provisto de umbrales o de imprecisas líneas de horizonte. Sin embargo, es en su metodología de trabajo, muy visible a partir de las extensas series de acuarelas donde los contrastes, entre trazos, transparencia y composición, aproximan a una perspectiva vegetal, no sólo en las formas en ocasiones ondulantes y enmarañadas, sino en su calidad cromática que parece responder a los procesos químicos de liofilizadón, secreción y sedimentación de juegos y líquidos. Se trataría de una estrategia vegetal de la interioridad.
(...)Composiciones son esos cuadros en los que la movilidad de las bandas de color vienen a corroborar nuestro sentimiento de viaje en el éter del tiempo.Pues en esos cielos internos, la sensibilidad flotante de Muñiz nos convida constantemente a introducirnos en las pantallas de sus sueños merced a proyecciones paradoxales: las rupturas de los colores lisos minuciosamente surcados operan así mediante el cambio de sentido (orientación y significado) y de labor de la mano para crear un cuadro en el cuadro. Ya se trate del rojo, del azul, del violeta o del negro, el color se define con dificultad. En cuanto uno intenta darle un nombre, el color despliega sus alas para volar hacia otros territorios ondulados de lo innominado. Este poder cinético de las variaciones es tan tangible y sensible que todos los receptores se sienten anegados por la fluidez de los paisajes plurales que transforman en cuelos imaginarios.
(...)Belleza inmediata, ese no es su objetivo final, en absoluto. Lo importante, lo original, lo elogiable - lo válido, en fin - es el proceso pictórico que late dentro de estas texturas, aunque la obra sigue estando abierta a interpretaciones líricas, en atmósferas que fusionan huellas y surcos, sin otra pretensión que disfrutar con el conmovedor acto de pintar. Por eso, la magia contenida en la trayectoria anterior de Teresa sobrevive ahora en varias referencias, sensibles, meditadas y misteriosas. Y eso ha de ser así, indefectiblemente. Sin misterio, no hay arte.
(...)Este hecho marca decisivamente su quehacer posterior. A partir de 1981 el grafismo queda especialmente valorado en sus obras de técnica mixta, en las que el grafito cobra un protagonismo destacado sobre fondos muy leves de pastel. En estas obras trasparece, además, la misma voluntad de experimentación inherente a la propia práctica del grabado. Llega a obtener con el grafito efectos aterciopelados muy similares a la excepcional calidad de las puntas secas (...)
(...) Teresa es, además, la armonía compositiva, que nace con fluidez en cada pieza, agradable a la mirada y claramente colorista pero, antes que nada, resuelta con economía de medios, y es el inconformismo, que se plasma en cada etapa que emprende, como una consecuencia lógica de lo anterior y como una ruptura obligada, para hallar nuevas vías expresivas y patentar su ética creativa, comprometida con los tiempos. Por eso, su carrera ha marcado pautas que se enlazan coherentemente, en pos de esa pureza estética con que, por fortuna, todavía sigue soñando (...)
(...) Según dice ella misma, lo que hace Teresa Muñiz es "armarse de paciencia", para poner toda su atención al "momento en que pueda surgir la pintura". Se trata entonces de parar, para mejor reconocer lo que aparece. Ese algo que es la pintura va de camino y corre el peligro de perderse y pasar de largo. Por eso, las pinturas recientes de Teresa Muñiz -cuatro o cinco, que se distinguen de las demás- son secas, calmosas, paradas cuando "eso" ha aparecido. Y quizá evoquen ciertas playas o rosas de su paisano Luis Fernández. Mucho más que las abstracciones oceánicas y lábiles de otros días suyos. Me parece que gana hondura, nitidez, y que este viaje al sol puro del interior ha sido muy para bien.